Bait (2019)


Argumento: Martin Ward es un pescador pero no tiene barco. Su hermano Steven ha reconvertido el barco de su padre en una embarcación de recreo para turistas, abriendo una disputa entre los hermanos. Rodada con una cámara Kodak de 16mm del año 1976 y procesada a mano.

Comentario: Residente o visitante. Una vez más el cine nos presenta una historia de resistencia al cambio, al progreso, al modernismo, a las nuevas prácticas. Lo paradójico es que en este pueblo tan pequeño donde se desarrollan los hechos, algunos de sus personajes parecieran vivir en un círculo y apelan a la premisa de malo conocido que bueno por conocer. Y la resistencia sigue vigente aunque de forma irregular.

Martin es un personaje que aunque tosco revela cierto grado de sensibilidad y ternura, y que choca particularmente con su figura. Los momentos frente a esa pequeña caja de galletas llegan acompañados de un suspiro y agregan valor emotivo a un sueño personal que a fin de cuentas es el motor narrativo de la historia. De la mano de este personaje, y de la bondad escondida tras ese traje de pescador, se presentan ante el relato todos los demás residentes y visitantes de este angosto poblado cerca al mar. 

La llegada de los visitantes ha cambiado el rumbo heredado de esta familia, y también de los pobladores. Y para desarrollar este conflicto el director ha decidido volcar la narrativa hacia lo experimental con gran acierto e ingenio, y de esta manera, y con todos los ingredientes sobre la mesa, logra una película especial en relación forma y fondo. 

El montaje sonoro y visual de la propuesta es sin duda una exploración admirable y que inyecta solidez a una historia con mucha atmósfera de mar. Ese estilo visual propio de la prácticas antiguas del cine de grabación y revelado, y la inclusión de elementos modernos, resultan una combinación particularmente osada y rebelde. Tal experimento deja como resultado una cinta distinta y refrescante ante tanta repetición de fórmulas de la industria del cine. Véanla, al ritmo de cada quien.