Comentario: Residente o visitante. Una vez más el cine nos presenta una historia de resistencia al cambio, al progreso, al modernismo, a las nuevas prácticas. Lo paradójico es que en este pueblo tan pequeño donde se desarrollan los hechos, algunos de sus personajes parecieran vivir en un círculo y apelan a la premisa de malo conocido que bueno por conocer. Y la resistencia sigue vigente aunque de forma irregular.
Martin es un personaje que aunque tosco revela cierto grado de sensibilidad y ternura, y que choca particularmente con su figura. Los momentos frente a esa pequeña caja de galletas llegan acompañados de un suspiro y agregan valor emotivo a un sueño personal que a fin de cuentas es el motor narrativo de la historia. De la mano de este personaje, y de la bondad escondida tras ese traje de pescador, se presentan ante el relato todos los demás residentes y visitantes de este angosto poblado cerca al mar.
La llegada de los visitantes ha cambiado el rumbo heredado de esta familia, y también de los pobladores. Y para desarrollar este conflicto el director ha decidido volcar la narrativa hacia lo experimental con gran acierto e ingenio, y de esta manera, y con todos los ingredientes sobre la mesa, logra una película especial en relación forma y fondo.
El montaje sonoro y visual de la propuesta es sin duda una exploración admirable y que inyecta solidez a una historia con mucha atmósfera de mar. Ese estilo visual propio de la prácticas antiguas del cine de grabación y revelado, y la inclusión de elementos modernos, resultan una combinación particularmente osada y rebelde. Tal experimento deja como resultado una cinta distinta y refrescante ante tanta repetición de fórmulas de la industria del cine. Véanla, al ritmo de cada quien.